De Barcos
Comenzó la historia después de inciertas cortinas de humo, no hablo de nada parecido al llanto, ni de odio, tampoco hablo de amor, ni de viento, ni de tierra, ni de fuego.
Se llamó mar, seductor y frío, en afán de encontrar un dueño aferrose al huracán, surgió así el vendaval, el temporal; terminado el capricho, apareció el primero, enamorado de él e inconcluso, ni hombre, ni objeto, ¡Esclavo! Se llamó marinero.
Cuando comencé a hablar de barcos no tenía ni idea que el mar pretendía arrástrame, se disfrazo de varios nombres antes de revelarse, pero llegado un marinero, de esos vagabundos y sin sabor, comprendí que era mi destino, que había sido mi pasado, que estaba sobre el navegando.
Una noche que hizo nuestra, comprendí que el océano me estaba arrastrando, me llevaba a una muerte lenta, y también a un vacío desconsuelo.
Tenía que irse el marinero, así que para no olvidarlo, inicie este diario, del día que conocí al marinero que me enseño todo de la mar, y después se fue para olvidarla.
Tenías un nombre
Alguien te habías denominado,
En denominación, sin convicción,
Así te hubiese aceptado.
Quisiste irte, rumbo a tu destino
Donde no estaba, ni debería estar yo,
Donde yo quería estar,
Donde te perdí.
¡Vuelve marinero!
Mis ojos se secan de llorar,
Navegando por la mar,
No me puedo sosegar.
Eres el lamento que mi boca había callado,
Eres la paz que te causaba mi verso,
Eres la vela que conduce mi nave,
Eres mi brújula, mi hechizo.
¡Vuelve marinero!
Ya no hay tinta en mi pluma,
No tengo hojas,
Ni rima, no tengo ni papel.
Serás mis palabras nunca dichas,
Serás mis nociones mas precisas,
Serás lo único que se del mar,
Nunca lo miré, solo en tus ojos.
Siguiose por un camino intrascendente, pretendía alejarse, pero seguía aquí, por alguna razón no se iba, yo no me iba, no nos íbamos; Supuse que era una danza lenta, pero estábamos saltando, el tenía que volver para continuar la pesca. No hubo ni atarralla, ni chinchorro, ni barco de bareque, ya no hubo nada.
D. Tolosse
Se llamó mar, seductor y frío, en afán de encontrar un dueño aferrose al huracán, surgió así el vendaval, el temporal; terminado el capricho, apareció el primero, enamorado de él e inconcluso, ni hombre, ni objeto, ¡Esclavo! Se llamó marinero.
Cuando comencé a hablar de barcos no tenía ni idea que el mar pretendía arrástrame, se disfrazo de varios nombres antes de revelarse, pero llegado un marinero, de esos vagabundos y sin sabor, comprendí que era mi destino, que había sido mi pasado, que estaba sobre el navegando.
Una noche que hizo nuestra, comprendí que el océano me estaba arrastrando, me llevaba a una muerte lenta, y también a un vacío desconsuelo.
Tenía que irse el marinero, así que para no olvidarlo, inicie este diario, del día que conocí al marinero que me enseño todo de la mar, y después se fue para olvidarla.
Tenías un nombre
Alguien te habías denominado,
En denominación, sin convicción,
Así te hubiese aceptado.
Quisiste irte, rumbo a tu destino
Donde no estaba, ni debería estar yo,
Donde yo quería estar,
Donde te perdí.
¡Vuelve marinero!
Mis ojos se secan de llorar,
Navegando por la mar,
No me puedo sosegar.
Eres el lamento que mi boca había callado,
Eres la paz que te causaba mi verso,
Eres la vela que conduce mi nave,
Eres mi brújula, mi hechizo.
¡Vuelve marinero!
Ya no hay tinta en mi pluma,
No tengo hojas,
Ni rima, no tengo ni papel.
Serás mis palabras nunca dichas,
Serás mis nociones mas precisas,
Serás lo único que se del mar,
Nunca lo miré, solo en tus ojos.
Siguiose por un camino intrascendente, pretendía alejarse, pero seguía aquí, por alguna razón no se iba, yo no me iba, no nos íbamos; Supuse que era una danza lenta, pero estábamos saltando, el tenía que volver para continuar la pesca. No hubo ni atarralla, ni chinchorro, ni barco de bareque, ya no hubo nada.
D. Tolosse
Comentarios
Publicar un comentario