Cabaret

Raymundo Ucan

Te agradezco por compartir conmigo el tormentoso presente,
eres un gran amigo.
Sabemos ambos, pero los lectores no, que esta es la primera,
es decir antes de "Regreso al cabaret"
Procuro homenajear tu amistad.

Pintaba a pinceladas con pincel
y no brocha gorda como se pensaba,
era un artista, vagabundo sin sabor,
pero era salado como la infinita mar.

Cantole una anciana, canción – serenata –
bailaba y bailaba la dulce cantata,
y danzando se fue tras un par de piernas
tras dos fuertes brazos, hermoso muchacho.

Subió al escenario tras dos segundos
y puso en ese altar un murmullo
que el joven viniese a mirarlo
y para siempre quedara prendado.

Tras un trastabillo de nervios
de esos que siempre le pasan
levantó abanico en sus brazos
y comenzó la chusca operata.

Siguiole siempre una mirada
de esas que siempre acontecen
padeburé, reelevé y pirueta
y clavados seguían los ojos.

Salió corriendo tras bambalinas
olvidose lo que su corazón pedía,
secaba su rostro y limpiaba sus manos
y ramo de rosas le habían mandado.

Seguido al efusivo detalle
llamado Yakoo llegó el muchacho
de su baile intenso enamorado,
a prisa queriéndole conocer.

– Volveré otra noche al cabaret
siempre bailando te quiero ver –

Se fue después,
dejando al reverso de la tarjeta
teléfono, horarios y hasta el e-mail.

Llámame decía una nota
seguido de un besos
y te veré después.

D. Tolosse